miércoles, 27 de febrero de 2008

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Contrariando lo antes dicho o más bien lo escrito, yo creo que Pablo Palacio es un autor extraño por su forma de narrar, ya que deja de lado lo que para mí es esencial en la literatura. Alguna vez me explicaron que la literatura más allá de lo que se escribe es saber como se escribe, que se cuenta y que no, y que no es lo mismo decir que un personaje se asustó, a decir que ese personaje contuvo el aliento, mientras su corazón latía cada vez más rápido. Si dejamos el lugar común a un lado, vemos que una parte esencial de la literatura es saber demostrar mas no decir las cosas, es ese saber sugerir los hechos lo que hace algo realmente atractivo. Es como lo que nos dijeron de Rulfo de que probablemente su gran logro sea narrar hechos violentos sin ser violento.

Pero ese sugerir se vuelve extraño en la obra de Palacio. Pablo Palacio no siempre sugiere las cosas, te las cuenta y aún así logra el efecto deseado. Por ejemplo en “Cuento”, él escribe: “Gran Reacción” y a pesar de que no está contando nada, ni siquiera describiendo la gran reacción, el logra que nos imaginemos esa gran reacción. Y otras en cambio, no necesitan de estar en el texto con su nombre, porque él te da las pautas para descubrirlas. Son como esas indirectas al grano que escuchas a veces. El ejemplo, “Su corazón llamaba tan imperiosamente como el amo que se quedó en la calle, en noche lluviosa, a su puerta”. No necesitas de la palabra infartarse, para ver a un pobre joven Z auscultarse, a través de un aparatillo con tripas que lleva el corazón del paciente a las orejas de un cejijunto.

El que escribió esto debe llamarse Carlos o Eduardo y apellidarse Barrionuevo

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